Muchas obras de gran calidad han escrito compositores nacionales sobre la experiencia del ser tico, su forma de ver el mundo y las cosas que considera valiosas, la manera de asumir las relaciones humanas y la descripción de las pequeñas cotidianeidades de su quehacer, principalmente campesino.
Es el Mtro. chileno D. Marco Dusi, ex Director del Coro Sinfónico Nacional en la década del 70 quien realizó los arreglos corales de las principales obras, arreglos de gran calidad, muy bien valorados por la comunidad artística y que continúan siendo ejecutados hasta el día de hoy, con perspectivas de seguirlo siendo por muchos años más.
Entre estos arreglos destacan "La guaria morada" (letra y música de R. Gutiérrez y C. López, que conformaban el dúo "Los Talolingas"), "Pampa" (J. Bonilla), "Amor de temporada" (H. Zúñiga) y "Mañanitas de mi tierra" (J. Fonseca), canciones sencillas con olor a tierra mojada y zacate fresco. "La guaria morada", de la época de los 30 del siglo pasado, es un bellísimo homenaje a nuestra flor nacional, canción que, en opinión de quien escribe, es considerada popularmente, como un símbolo nacional, tal y como lo es la flor objeto de la obra.
A los arreglos anteriores, cabe incluir el realizado por R. Wesby sobre "Caña dulce", que también ocupa su propio lugar en el repertorio de varios coros nacionales.
Lo cierto es que, habida cuenta de la gama de obras folclóricas nacionales, proporcionalmente considerado el punto, pocos son los arreglos para coros a cappella, quedando muchas muy hermosas fuera de nuestro alcance. Es por eso que la Capella Pax Mundi ha optado por incorporar varios de los arreglos del Mtro. Dusi ("La guaria morada", "Amor de temporada" y "Pampa"), y me comisionó para realizar los arreglos de "Luna liberiana" (J. Bonilla) y "De la caña se hace el guaro" (Anónima).
Luna liberiana
Don Jesús Bonilla nos legó una obra que despliega los míticos efluvios de la reina de la noche enredándose en las dimensiones amorosas del labriego sencillo, plena de embrujos y atmósfera sugerente de fuerzas más allá de la comprensión que inciden sobre los corazones mortales y sus devaneos amorosos, comenzando con esa incertidumbre plasmada en las armonías menores y un vaivén recogido que evoca una monodia medieval, para llegar a una apertura luminosa cuando el hombre se rinde ante sus poderes, claudica en su resistencia a esa fuerza incomprensible y se deja llevar por sus encantos para alcanzar un equilibrio satisfactorio de las tensiones ocasionadas por el astro, con una especie de entrada a otro nivel afectivo que cuaja en la abrupta modulación a la tonalidad homónima mayor. Una obra sencilla, de interesantes contrastes rítmicos y armónicos que intenta cantar a la ilusión amorosa concediendo a nuestra compañera nocturna, unas veces luminosa, otras oscura, con sus fases cambiantes pero previsibles, un papel velador e influyente en el destino del amor. ¿Cuántas veces, en la música universal, aparece esta imagen lunar entrelazada con el afecto de los amantes? Incontables. Y así también sucede en nuestro rincón guanacasteco.
De la caña se hace el guaro
De autor anónimo (a veces erróneamente atribuida a Aníbal Reni) esta antigua canción folclórica está dedicada a una de las formas artificiales por las que el campesino de antaño intentaba alegrar su corazón luego de las duras faenas, los desengaños amorosos y las difíciles condiciones de vida de la Costa Rica de ayer. Obra alegre, ágil y sencilla que, en la misma medida de la sencillez de su anónimo compositor y las circunstancias que lo rodeaban, celebraba una de las formas humildes (hoy por hoy nada recomendable) con que se intentaba iluminar el trajín cotidiano. No obstante la aparente apología del guaro, la obra debe ser entendida como un testimonio histórico o mejor, antropológico, de la vida y los valores que primaron en determinadas circunstancias y que, en esa justa medida, no podemos obviar en la escala del devenir del ser tico, desde sus raíces y durante el proceso de construir su historia e identidad.
El arreglo que interpreta la Capella Pax Mundi, intenta conservar esa sencillez, armónica, melódica y rítmica, dejando la letra de la canción casi en su totalidad a la cuerda de tenores (... los "jumas"? Jaja!) con el acompañamiento de las otras cuerdas en imitación de cimarrona y de jarana popular. Este desarrollo contrasta con su introducción, lenta y progresiva, con armonías clásicas dieciochescas que desembocan en la cimarrona, así como en su conclusión donde se retoma la introducción evocando el ensueño del campesino vencido por los vapores del guaro. En el medio, una pausa, planteada por la canción original, donde el "labriego sencillo" reflexiona (como un comentario picaresco con el público): "Anoche dormí en el suelo..."
Con estas dos obras (y sus arreglos corales a cappella) nuestro coro contribuye a la promoción y conservación de nuestra tradición musical popular, manteniendo vivos los vínculos que nos unen con nuestras raíces y con ese espíritu simple, más preocupado por las pequeñas cosas de la vida que por complicaciones que en nada ayudaban a solucionar sus circunstancias inmediatas, las cuales constituían las verdaderas necesidades de esta región de Centroamérica relativamente aislada de las grandes cuestiones históricas que abrumaban a la Capitanía General o al Virreinato, en su momento, o a la Capital, después.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por participar con su opinión o comentario que no solo nos interesa mucho sino que nos ayudará a mejorar.